Fue una sorpresa para la comunidad viñatera de los ’90 que una nueva cepa, desconocida, viniera a desordenar el boyante panorama exportador de ese momento. Tras varios corcoveos, poco a poco, se ha transformado en uno de los emblemas nacionales de cara al mundo. Amalia Castro relata esa y varias peripecias de la variedad, hasta su consolidación en Chile.
Por Amalia Castro S.C. (*)
Para el mundo del vino en Chile, la década de los ‘90 significó la consolidación del modelo productivo al estilo anglosajón, la mantención del modelo francés y el cuasi abandono del paradigma colonial en vitivinicultura. Vale decir, quedamos englobados en el llamado Nuevo Mundo Vitivinícola, signado por una producción de grandes volúmenes orientados a exportar y con preferencia por los monovarietales de cepas francesas, con técnicas que aseguraran una alta productividad del viñedo por sobre todas las cosas.
Por ello, y como venía haciéndose desde el siglo XIX, visitaron nuestro país numerosos expertos del vino –ampelógrafos, enólogos y agrónomos, sobre todo- desde Francia en primer lugar, aunque no exclusivamente. Fue en este contexto que en 1991 el ampelógrafo francés Claude Valat fue el primero en advertir que la variedad llamada merlot en Chile no sería tal. Estimó que podría tratarse de cabernet franc. Esta información provocó incertidumbre puesto que ambas variedades eran demandadas en los mercados de destino, bajo un proceso de exportación incipiente. Sobre todo el llamado “merlot chileno” por sus singularidades. Por ello esas noticias no trascendieron más allá de un estrecho círculo. Sin embargo, algunos técnicos en Chile suponían que algo raro había, por lo que el Comité Organizador del VI Congreso Latinoamericano de Viticultura y Enología, presidido por Philippo Pszczolkowski invitó al ampelógrafo francés Jean Michel Boursiquot, del ENSA de Montpellier
El congreso que se hizo en Santiago entre el 20 y 25 de noviembre de 1994 e incluyó visitas técnicas a diferentes viñedos y bodegas. Para la historia del carménère en Chile, las más relevante fue la realizada a la Viña Carmen, exactamente el jueves 24 de noviembre de 1994. Pszczolkowski fue testigo presencial del hecho y así lo relata: “Habíamos llegado a visitar una plantación reciente de merlot. Pero cuando Boursiquot la vio expresó en francés algo que me sorprendió: “Esto no es cabernet franco, esto es carménère”. No comprendía nada: nos habíamos bajado a exhibir una plantación de merlot y Boursiquot, el especialista francés, señalaba que ella no era la variedad anunciada sino una absolutamente desconocida. Le solicité me deletreara el nombre de la variedad, al tiempo que se me venía a la mente el trato que le daban los franceses a los vinos chilenos etiquetados como sauvignon blanc, pero que en realidad no se cansaban de indicar que se trataba de la variedad sauvignon vert (también conocida como sauvignonasse o tocai friulano), una variedad considerada por ellos como muy inferior, hecho que no guarda relación con la calidad objetiva que se consigue con ella, pero que en términos prácticos poco importa. Ahora, al problema del “sauvignon blanc” se sumaría el del “merlot”, los cuales se obtenían de una desconocida variedad, el carménère”
El carménère era ampliamente cultivado en el Medoc francés en la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, esta cepa tendió a su desaparición a consecuencia de su sensibilidad climática y de la plaga de la filoxera que en 1867 atacó a los viñedos europeos. De todas, la carménère fue la más afectada. Tras esa crisis la superficie cultivada disminuyó hasta aproximadamente 10 hectáreas en 1994, lo que llevó a su reemplazo en el Medoc por una variedad secundaria… merlot. Con el tiempo, terminaron confundiéndose estas dos variedades en su lugar de origen y, como consecuencia, también lo fueron allí donde estas cepas se exportaron. Por estos motivos, se le consideró una variedad extinta, lo que explica luego el entusiasmo al ser descubierta en Chile en su versión pre-filoxérica.
Pero ¿Cuándo llegó acá? y ¿por qué sobrevivió aquí a la plaga filoxérica, que arrasó con los viñedos alrededor del mundo? Sabemos que la vid fue introducida en Chile por los españoles, de las que tenemos las conocidas como criollas. Posteriormente, en el siglo XIX, se ha citado frecuentemente a Silvestre Ochagavía y el año 1851 para la introducción de nuevas variedades de uvas para vinificación francesas, aunque lo cierto es que al menos desde 1830 puede constatarse la introducción de variedades desde Italia y Francia gracias a Claudio Gay y, en 1845 y 1848 habrían también sido introducidas a Chile por Nourrichet y Poutays. Esta introducción de variedades francesas correspondió a una mezcla de ellas, del mismo modo que eran cultivadas en sus lugares de origen.
¿Y la filoxera? La Philloxera Vastratix es un insecto que se encontraba en vides de Estados Unidos, al este de las montañas Rocosas. Algunas plantas fueron llevadas a Europa, buscando encontrar variedades nuevas que pudieran ser más resistentes a otra de las grandes enfermedades de las viñas, el oídium tuckeri. En la década de 1860 ya se sintieron los efectos devastadores de este insecto, que asoló los viñedos en Francia, Portugal, España, Suiza, Alemania, Austria-Hungría, Italia, Rusia, Turquía, Serbia, Bulgaria, Rumania. También, las viñas de Madera, Argelia, de Cabo de Buena Esperanza, Australia, California y República Argentina… casi en todo el mundo, excepto en Chile.
El historiador Félix Briones ha estudiado este proceso a profundidad porque se aducen razones incorrectas de por qué Chile ha sido uno de los pocos países libre de filoxera, desde el inicio de la plaga y hasta el presente. Entre las explicaciones que se dan corrientemente figuran el clima de Chile, como poco favorable para la propagación del insecto o su condición aislada y lejana, flanqueada por el océano, la cordillera, desiertos y hielos eternos. Sin embargo, lo más relevante en este caso fue la posición firme del Estado en la persecución de medidas profilácticas que evitaron la expansión de la filoxera en Chile. En 1877 (es decir, poco tiempo después de desatada la plaga en Europa) el gobierno chileno prohibió la importación de cepas al país en 1877.
Así como en Europa se acordaron medidas para combatir la plaga, en que países como Alemania, Austria-Hungría, Francia, Italia, España, Portugal y Suiza suscribieron la Convención de Berna, en septiembre de 1878 en Chile, con anterioridad, y mediante decreto supremo de 16 de junio de 1874, se prohibió la internación de vid francesa al territorio. Tres años más tarde, el 18 de mayo de 1877, se prohibió la internación de cualquier vid extranjera. Por último, a fines de 1888, y con la filoxera golpeando las fronteras de Chile desde Argentina, el Gobierno chileno, a través del Ministerio de Hacienda, dictó algunas medidas para que se diera estricto cumplimiento a las disposiciones vigentes sobre la introducción de vid extranjera, enfatizando en el rol de las aduanas en la aplicación del decreto supremo de 1877. Tal vez por eso -y por otras tantas medidas- es que existe en nuestro país una tradición en lo que respecta al celo con que, en la frontera, se controla el ingreso al país de material vegetal u orgánico.
Junto con ello, el Directorio de la Sociedad Nacional de Agricultura sugirió la prohibición de introducir al país cualquier planta o producto vegetal que pudiera contener esta plaga, incluida tierra y abonos. Además de esto, se realizó una extensa campaña de educación al respecto para agricultores y viñateros, así como inspectores expertos que recorrían el país para detectar cualquier brote de filoxera. Por último, se importó semilla de vid americana resistente a la enfermedad, se creó el Laboratorio de Patología Vegetal y se destruyó cualquier planta de vid internada al país.
Gracias a la rápida actuación del Estado, a partir de la segunda mitad del siglo XIX Chile pasó a ser un país cuyas plantas no tuvieron que ser injertadas en variedades americanas, lo que permitió la mantención de numerosas variedades prefiloxéricas, entre ellas, el carménère, redescubierto un 24 de noviembre de 1994, hoy cepa insigne de la vitivinicultura chilena.
(*) Licenciada en Historia (Universidad Finis Terrae), Doctora en Historia (Universidad Nacional de Cuyo). Parte del CIAH (Centro de Investigación en Artes y Humanidades) Universidad Mayor, Proyecto ATE220008. Su línea de investigación se centra en el patrimonio e identidad agroalimentaria, estudiando la historia y puesta en valor de productos típicos chilenos, muchos de ellos sometidos a procesos de modificación, invisibilización y/o hibridación. También aborda temas asociados a los sentidos en la conformación del gusto y modos de mesa.
Gastroephemeris: November 24, International Carménère Day
It was a surprise for the vineyard community in the 1990s that a new, unknown grape variety came to disrupt the buoyant export panorama of that time. After several shake, little by little, it has become one of the national emblems for the world. Amalia Castro recounts this and other vicissitudes of the variety until its consolidation in Chile.
Amalia Castro S.C. (*)
For the Chilean wine world, the 1990s meant the consolidation of the Anglo-Saxon-style production model, the maintenance of the French model and the quasi-abandonment of the colonial paradigm in viticulture. In other words, we were included in the so-called New World of winemaking, marked by large-volume production for export and a preference for single-varietal French grape varieties, with techniques that ensured high vineyard productivity above all else.
For this reason, and as had been the case since the 19th century, numerous wine experts -first and foremost, but not exclusively- visited our country from France, especially winemakers, oenologists and agronomists. It was in this context that in 1991 the French ampelographer Claude Valat was the first to warn that the variety called merlot in Chile would not be such. He estimated that it could be cabernet franc. This information caused uncertainty since both varieties were in demand in the destination markets, under an incipient export process. Especially the so-called “Chilean merlot” due to its singularities. Therefore, this news did not transcend beyond a narrow circle. However, some technicians in Chile assumed that something was wrong, so the Organizing Committee of the VI Latin American Congress of Viticulture and Enology, chaired by Philippo Pszczolkowski invited the French ampelographer Jean Michel Boursiquot, from the ENSA of Montpellier, to participate in the congress.
The congress was held in Santiago between November 20 and 25, 1994, and included technical visits to different vineyards and wineries. For the history of carménère in Chile, the most relevant was the one made to Viña Carmen, exactly on Thursday, November 24, 1994. Pszczolkowski was an eyewitness to the event and relates: “We had come to visit a recent merlot plantation. But when Boursiquot saw it, he said in French something that surprised me: “This is not cabernet franc, this is carménère”. I did not understand anything: we had gone down to show a plantation of merlot and Boursiquot, the French specialist, pointed out that it was not the variety advertised but an absolutely unknown one. I asked him to spell out the name of the variety, at the same time that the treatment given by the French to Chilean wines labeled as sauvignon blanc came to my mind, but in fact they never tired of pointing out that it was the sauvignon vert variety (also known as sauvignonasse or tocai friulano), a variety considered by them as very inferior, a fact that has no relation with the objective quality achieved with it, but that in practical terms matters little. Now, to the problem of “sauvignon blanc” would be added that of “merlot”, which were obtained from an unknown variety, the carménère”.
Carménère was widely cultivated in the French Médoc in the second half of the 19th century. However, this grape variety tended to disappear as a result of its climatic sensitivity and the phylloxera plague that attacked European vineyards in 1867. Of all the grape varieties, Carménère was the most affected. After that crisis, the cultivated area decreased to about 10 hectares in 1994, which led to its replacement in the Médoc by a secondary variety… merlot. Over time, these two varieties ended up being confused in their place of origin and, as a consequence, were also confused where these vines were exported. For these reasons, it was considered an extinct variety, which explains the enthusiasm when it was discovered in Chile in its pre-phylloxera version.
But when did it arrive here and why did it survive the phylloxera plague that devastated vineyards around the world? We know that the vine was introduced in Chile by the Spaniards, of which we have those known as criollas. Later, in the 19th century, Silvestre Ochagavía and the year 1851 have been frequently cited for the introduction of new French wine grape varieties, although it is certain that at least since 1830 the introduction of varieties from Italy and France can be confirmed thanks to Claudio Gay, and in 1845 and 1848 they were also introduced to Chile by Nourrichet and Poutays. This introduction of French varieties corresponded to a mixture of them, just as they were cultivated in their places of origin.
What about phylloxera? Philloxera Vastratix is an insect that was found on grapevines in the United States, east of the Rocky Mountains. Some plants were taken to Europe, seeking to find new varieties that might be more resistant to another of the great vineyard diseases, oidium tuckeri. In the 1860s, the devastating effects of this insect were already being felt in France, Portugal, Spain, Switzerland, Germany, Austria-Hungary, Italy, Russia, Turkey, Serbia, Bulgaria and Romania. Also, the vineyards of Madera, Algeria, Cape of Good Hope, Australia, California and the Argentine Republic… almost everywhere in the world, except in Chile.
Historian Felix Briones has studied this process in depth because incorrect reasons are given as to why Chile has been one of the few countries free of phylloxera, from the beginning of the plague to the present. Among the explanations commonly given are Chile’s climate, which is not very favorable for the propagation of the insect, or its isolated and distant condition, flanked by the ocean, the mountain range, deserts and eternal ice. However, what was most relevant in this case was the firm position of the State in the pursuit of prophylactic measures that prevented the spread of phylloxera in Chile. In 1877 (that is, shortly after the plague broke out in Europe), the Chilean government prohibited the importation of vines into the country.
Just as measures were agreed in Europe to combat the plague, in which countries such as Germany, Austria-Hungary, France, Italy, Spain, Portugal and Switzerland signed the Berne Convention, in September 1878 in Chile, previously, and by supreme decree of June 16, 1874, the internment of French vines into the territory was prohibited. Three years later, on May 18, 1877, the internment of any foreign vine was prohibited. Finally, at the end of 1888, and with phylloxera hitting Chile’s borders from Argentina, the Chilean Government, through the Ministry of Finance, issued some measures to ensure strict compliance with the provisions in force on the introduction of foreign vines, emphasizing the role of customs in the application of the supreme decree of 1877. Perhaps for this reason -and for so many other measures- there is a tradition in our country regarding the zeal with which, at the border, the entry of plant or organic material into the country is controlled.
Along with this, the Board of Directors of the National Society of Agriculture suggested the prohibition of introducing into the country any plant or plant product that could contain this pest, including soil and fertilizers. In addition to this, an extensive education campaign was carried out for farmers and vine growers, as well as expert inspectors touring the country to detect any outbreak of phylloxera. Finally, American vine seed resistant to the disease was imported, the Plant Pathology Laboratory was created and any vine plant brought into the country was destroyed.
Thanks to the rapid action of the State, from the second half of the 19th century Chile became a country whose plants did not have to be grafted onto American varieties, which allowed the maintenance of numerous pre-phylloxera varieties, including the Carménère, rediscovered on November 24, 1994, today the flagship grape variety of Chilean viticulture.
(*) BA in History (Universidad Finis Terrae), PhD in History (Universidad Nacional de Cuyo). Part of the CIAH (Center for Research in Arts and Humanities) Universidad Mayor, Project ATE220008. Her line of research focuses on heritage and agri-food identity, studying the history and enhancement of typical Chilean products, many of them subjected to processes of modification, invisibilization and/or hybridization. It also addresses issues associated with the senses in shaping taste and table manners.
Gastro-efeméride: 24 de novembro, Dia Internacional do Carménère
Foi uma surpresa para a comunidade vinícola na década de 1990 quando uma nova e desconhecida variedade de uva veio perturbar o dinâmico cenário de exportação da época. Depois de vários corcoveios, pouco a pouco, ela se tornou um dos emblemas nacionais aos olhos do mundo. Amalia Castro relata essa e outras vicissitudes da variedade, até sua consolidação no Chile.
Por Amalia Castro S.C. (*)
Para o mundo do vinho no Chile, a década de 1990 significou a consolidação do modelo de produção de estilo anglo-saxão, a manutenção do modelo francês e o quase abandono do paradigma colonial na viticultura. Em outras palavras, passamos a fazer parte do chamado Novo Mundo do Vinho, marcado pela produção de grandes volumes, orientada para a exportação e pela preferência por variedades de uvas francesas monovarietais, com técnicas que garantiam, acima de tudo, a alta produtividade dos vinhedos.
Por esse motivo, e como já acontecia desde o século XIX, vários especialistas em vinhos visitaram nosso país, especialmente da França, embora não exclusivamente. Foi nesse contexto que, em 1991, o ampelógrafo francês Claude Valat foi o primeiro a advertir que a variedade chamada merlot no Chile não era essa. Ele estimou que poderia ser cabernet franc. Essa informação causou incerteza, pois ambas as variedades estavam sendo procuradas nos mercados de destino, em um processo de exportação incipiente. Especialmente o chamado “merlot chileno”, devido às suas singularidades. Por esse motivo, a notícia não foi além de um círculo restrito. No entanto, alguns técnicos no Chile acharam que algo estava errado e, por isso, o Comitê Organizador do VI Congresso Latino-Americano de Viticultura e Enologia, presidido por Philippo Pszczolkowski, convidou o ampelógrafo francês Jean Michel Boursiquot, da ENSA de Montpellier, para participar do congresso.
O congresso foi realizado em Santiago de 20 a 25 de novembro de 1994 e incluiu visitas técnicas a diferentes vinhedos e vinícolas. Para a história do carménère no Chile, a mais relevante foi a visita à Viña Carmen na quinta-feira, 24 de novembro de 1994. Pszczolkowski foi testemunha ocular do evento e nos conta: “Tínhamos ido visitar uma plantação recente de merlot. Mas quando Boursiquot a viu, ele disse em francês algo que me surpreendeu: ‘Isso não é cabernet franc, é carménère’. Não entendi nada: tínhamos ido até lá para mostrar uma plantação de merlot e Boursiquot, o especialista francês, apontou que não era a variedade anunciada, mas uma completamente desconhecida. Pedi que ele soletrasse o nome da variedade e, ao mesmo tempo, me veio à mente o tratamento dado pelos franceses aos vinhos chilenos rotulados como sauvignon blanc, mas que, na realidade, eles não se cansavam de indicar que se tratava da variedade sauvignon vert (também conhecida como sauvignonasse ou tocai friulano), uma variedade considerada por eles como muito inferior, um fato que não tem relação com a qualidade objetiva obtida com ela, mas que, em termos práticos, pouco importa. Agora, ao problema do “sauvignon blanc” se somaria o do “merlot”, que era obtido de uma variedade desconhecida, a carménère”.
A carménère foi amplamente cultivada no Médoc francês na segunda metade do século XIX. No entanto, essa variedade de uva tendeu a desaparecer como resultado de sua sensibilidade climática e da praga da filoxera que atacou os vinhedos europeus em 1867. De todas as variedades de uva, a Carménère foi a mais afetada. Após essa crise, a área cultivada diminuiu para cerca de 10 hectares em 1994, o que levou à sua substituição no Médoc por uma variedade secundária… a merlot. Com o tempo, essas duas variedades passaram a ser confundidas em seu local de origem e, como consequência, também onde essas videiras eram exportadas. Por esses motivos, foi considerada uma variedade extinta, o que explica o entusiasmo quando foi descoberta no Chile em sua versão pré-filoxera.
Mas quando ela chegou aqui e por que sobreviveu à praga da filoxera que devastou os vinhedos em todo o mundo? Sabemos que a videira foi introduzida no Chile pelos espanhóis, dos quais temos as conhecidas como criollas. Mais tarde, no século XIX, Silvestre Ochagavía e o ano de 1851 foram frequentemente citados pela introdução de novas variedades de uvas para vinho francesas, embora seja certo que, pelo menos desde 1830, a introdução de variedades da Itália e da França pode ser rastreada até Claudio Gay e, em 1845 e 1848, elas também foram introduzidas no Chile por Nourrichet e Poutays. Essa introdução de variedades francesas correspondeu a uma mistura delas, da mesma forma que eram cultivadas em seus locais de origem.
E quanto à filoxera? A Philloxera Vastratix é um inseto que foi encontrado em videiras nos Estados Unidos, a leste das Montanhas Rochosas. Algumas plantas foram levadas para a Europa, em busca de novas variedades que pudessem ser mais resistentes a outra das grandes doenças dos vinhedos, o oidium tuckeri. Na década de 1860, os efeitos devastadores desse inseto já eram sentidos na França, Portugal, Espanha, Suíça, Alemanha, Áustria-Hungria, Itália, Rússia, Turquia, Sérvia, Bulgária e Romênia. Além disso, os vinhedos de Madera, Argélia, Cabo da Boa Esperança, Austrália, Califórnia e República Argentina… em quase todo o mundo, exceto no Chile.
O historiador Felix Briones estudou esse processo em profundidade porque são apresentadas razões incorretas para explicar por que o Chile tem sido um dos poucos países livres da filoxera, desde o início da praga até o presente. Entre as explicações comumente dadas estão o clima do Chile como desfavorável à propagação do inseto ou sua condição isolada e distante, ladeada pelo oceano, pela cordilheira, por desertos e pelo gelo eterno. No entanto, o que foi mais relevante nesse caso foi a posição firme do Estado na busca de medidas profiláticas que impediram a propagação da filoxera no Chile. Em 1877 (ou seja, logo após o surgimento da praga na Europa), o governo chileno proibiu a importação de videiras para o país.
Assim como foram acordadas medidas na Europa para combater a praga, nas quais países como Alemanha, Áustria-Hungria, França, Itália, Espanha, Portugal e Suíça assinaram a Convenção de Berna, em setembro de 1878, no Chile, antes disso, e por decreto supremo de 16 de junho de 1874, foi proibida a entrada de videiras francesas no território. Três anos depois, em 18 de maio de 1877, foi proibida a entrada de qualquer videira estrangeira. Finalmente, no final de 1888, com a filoxera atingindo as fronteiras do Chile a partir da Argentina, o governo chileno, por meio do Ministério da Fazenda, emitiu algumas medidas para garantir o cumprimento rigoroso das disposições em vigor sobre a introdução de videiras estrangeiras, enfatizando o papel da alfândega na aplicação do decreto supremo de 1877. Talvez por essa razão – e por muitas outras medidas – haja uma tradição em nosso país quanto ao zelo com que, na fronteira, é controlada a entrada de material vegetal ou orgânico no país.
Junto com isso, a Diretoria da Sociedade Nacional de Agricultura sugeriu a proibição da entrada no país de qualquer planta ou produto vegetal que pudesse conter essa praga, incluindo solo e fertilizantes. Além disso, foi realizada uma ampla campanha educativa para agricultores e produtores de videiras, bem como inspetores especializados percorreram o país para detectar qualquer surto de filoxera. Por fim, foram importadas sementes de videiras americanas resistentes à doença, foi criado o Laboratório de Fitopatologia e foram destruídas todas as plantas de videiras trazidas para o país.
Graças à rápida ação do Estado, a partir da segunda metade do século XIX, o Chile tornou-se um país cujas plantas não precisavam ser enxertadas em variedades americanas, o que permitiu a manutenção de inúmeras variedades pré-filoxera, incluindo a Carménère, redescoberta em 24 de novembro de 1994, hoje a principal variedade de uva da viticultura chilena.
(*) Bacharel em História (Universidad Finis Terrae), PhD em História (Universidad Nacional de Cuyo). Faz parte do CIAH (Centro de Investigação em Artes e Humanidades) da Universidad Mayor, Projeto ATE220008. Sua linha de pesquisa se concentra no patrimônio e na identidade agroalimentar, estudando a história e o valor dos produtos típicos chilenos, muitos dos quais passaram por processos de modificação, invisibilização e/ou hibridização. Ela também aborda questões associadas aos sentidos na formação do paladar e das maneiras à mesa.