Hoy circulan por Chile brebajes anunciados como vino. Y no son tal.
Carlos Reyes M.
Publicado en El Llanquihue, 10 de octubre de 2023.
Es parte de la costumbre. Acá y con un amplio registro fuera de nuestras fronteras. El hacer pasar algo “casi” como otra cosa. Macerar la idea de que consumiendo A, podrías sentir las propiedades de B, de mejor calidad o estatus, sin pagar de más. Un travestismo criado, en Chile, bajo la lógica del jurel tipo salmón, presente desde los pobretones ‘80 en adelante. Es parte de la oferta y la demanda eso persuadir con lo parecido y no con lo real, mientras se sepa. Pero en ciertas ocasiones se puede levantar la ceja más que en otras, cuando ciertos productores elaboran sucedáneos que implica cierta picaresca. Pasa en estos días con el vino. O mejor dicho el not vino.
Hoy circula por supermercados, botillerías y tiendas del rubro, a lo largo de todo Chile, una línea de brebajes anunciados por los negocios como vino. Y no son tal. Para serlo, de acuerdo a la ley 18.455, “deberá tener una graduación alcohólica mínima de 11,5 grados y prohíbe el empleo de alcoholes, sacarosa o azúcar de cualquiera naturaleza u origen”. Lo que se comercia en realidad es una mezcla de 8 a 9 grados, con esencias de frutas, saborizantes y con un dulzor que ronda los 60 gramos por litro -si se compara, un vino seco tiene unos 5 gramos-, por lo que básicamente se trata de un jugo alcohólico dulzón, alejado del canon esencial de la que es, o debiera ser, la bebida nacional.
Quienes lo producen no indican en su etiqueta que se trata de vino; pero tampoco, dada su fórmula, ocupan nombres como cooler, cóctel de vino, clery, sangría, permitidos por la ley. Entonces el comercio -hasta en la misma web de un productor con un felino en la etiqueta- lo encasilla como vino. Preocupa que las tres grandes marcas que ostentan más de 4/5 partes del mercado nacional del segmento se enfrasquen en esa competencia ¿Es que el mercado lo pide? Puede ser, pero a lo largo de los años han ido tornando a lo dulce la elaboración de botellas y cajas en el ámbito masivo. Dar ese paso, de esa manera, amaña la nobleza de un producto que merece un mejor trato desde la ética comercial y desde la cultura de un producto más que centenario.
Que sigan vendiéndolo vaya y pase, forma parte de su necesidad en tiempos de sobreproducción, que además afecta a miles de pequeños productores por los precios que se les pagan. Se les pide que lo hagan con honestidad. Que el jureleo tipo salmón del not vino tenga un límite.