Recorriendo Valparaíso B

Imagen del Motemei, cerro Lecheros.
Imagen del Motemei, cerro Lecheros.

Este es un paseo por un Valparaíso que muestra una cara más alternativa. Esa cualidad es algo que le sienta bien a una ciudad que hasta en lo turístico posee un halo de disidencia, de postura anárquica visible y respirable casi por todas partes. Desde el plan hacia los cerros de la Zona Patrimonial -una en peligro a 20 años de su nominación por UNESCO- aparecen caras gastronómicas diferenciadas de esa oficialidad que suele aparecer cuando se habla del comer en clave porteña y turística. 

 

Por Carolina Carriel
Fotos de Hernán Castro

Ante todo, la honestidad. En este recorrido invitado por nuestro medio asociado, el porteño @apuntesyviajes, aparecen tanto pequeñas joyas de sabor y también otros lugares que requieren de una vuelta de tuerca; algo que ajuste sus pretensiones sobre todo en sitios donde el flujo de personas es amplio e internacional. Pero vamos por parte porque, a la larga, ese puerto, el que amarra como el hambre como dijo el Gitano Rodríguez en su más célebre letra, se torna atractivo, sabroso.

Habitación hotel Ibis.
Habitación hotel Ibis.

Pocos momentos son tan gratos en Valparaíso como el previo o posterior a las lluvias. Antes, porque el viento tibio prepara el ambiente; y después porque luce una cara lavada que permite volver a creer en su belleza. Tal vez por eso la gente camina más lento, al menos respecto de Santiago, para tomar ese frescor entre lluvioso y marino. Eso se siente sobre todo a orillas del mar, en un sector céntrico y de sentido práctico. Porque qué más eficaz para una escapada improvisada que dejarse caer por Hotel Ibis, pegado a la estación del Merval (para recorrer hasta Limache) y a pocos metros de Plaza Sotomayor. Es cierto que es uno de los alojamientos más estandarizados del mundo, pero acá la cadena posee habitaciones especiales: con vista al mar y con formato de conexión entre piezas que puede alcanzar hasta para cinco personas. Más que interesante.

Restaurant Capri.
Restaurant Capri.

El lugar es estratégico por la conectividad, además de ser un punto de partida para un puerto caminable a todo evento. Poco más de dos cuadras desde la entrada al hotel, la chilenidad de Capri tiene nivel. Uno popular, con precio de picada, con un salón a pasos de la plaza temperado por el calor de las ollas y donde los parroquianos se sienten a gusto tanto por la gran pantalla de TV que domina las mesas, como por una cocina de cuchara, a la criolla centrina, que no deja indiferente. Probamos un Caldillo de congrio enjundioso, cargado a la crema como manda su receta más conocida -la de Neruda- pero a la vez con harto sabor a mar y un pescado bien cocinado que reconforta. Es parte de una muestra de comidas poco vistas en la ciudad: Estofado de San Juan, Chunchules apanados, Conejos escabechado, que hacen juego con otros platos más urbanitos y contemporáneos como las ya indispensables chorrillanas, allí en versiones vegetariana, marina y tradicional. Si se acompaña con un  “Tecito playanchino” que combina gin, vermouth, campari y -cómo no- Araucano, la comida se encamina..

Desde allí subir al sector más turístico, el del dúo de cerros Alegre y Concepción, tienta. Para quien suscribe y que no iba al puerto hace un buen tiempo, caminar por ese sector le permite redescubrir calles más limpias, con menos olores fuera de norma, una sensación grata que se funde con el desorden ordenado que suele seducir al santiaguino. Bajo esos pensamientos se llega al tercer piso de una de las tantas casonas de Paseo Dimalow, la vía que da al ascensor Reina Victoria. Es la casa de Terrat donde recibe Roberto, dueño y chef con experiencia en Cataluña y que se las arregla para mostrar una serie de bocados al estilo de los barceloneses con los que convivió hace una década. De lo bueno: una Paella para dos o tres personas, más una suerte de pan tumaca que cumplió mientras se veía el mar porteño como música de fondo. Al debe, los jamones resecos y un brownie ídem, que hacen de contrapunto a un espacio con ambiente para regalar.

Pizzería Malicioso.
Pizzería Malicioso.

A poco más de una cuadra de distancia, subiendo por Almirante Montt, toparse con Malizioso es hacerlo con una pequeña pizzería con horno a la leña, que permite a su comedor convertirse en un espacio acogedor de forma automática. Es la cocina regentada por Santiago Harris, quien desde hace solo seis meses le dio un nuevo aire a la carta sumando aguachiles (el cebiche de corta maceración de origen mexicano), tártaros y un meze al estilo turco. Las pizzas siguen mandando, por supuesto, de masa liviana pero firme que permite sostener cada trozo y diseñada para aguantar ingredientes húmedos, tal como el pan batido aguante un tomate con su jugo. El dato: harina con 13% de gluten que lo sostiene todo.

Hay varios lados plácidos en el Valparaíso para visitantes. La lógica masiva es la de acudir a Plaza Sotomayor y desde el hito de los Héroes de Iquique hacia la costa se ve el puerto en sí, con su flujo de barcos y un molo construido en 1930, la obra portuaria más importante de la ciudad y tal vez de Chile hasta el momento en un puente una Chiloé con el continente. Algunos de sus detalles pueden verse de cerca, si se toman las lanchas que a cada momento salen a pasear por la bahía. Los muelles, las proas que se yerguen metálicas por sobre la línea de flotación; el andar de los lobos marinos arriba de las boyas, los chispazos de soldadura del dique reparador de viejos barcos. Todo aparece cercano a diferencia de la línea de la costa, donde los edificios del siglo XIX se apretujan pequeños en comparación con los cerros y la modernidad. En suma, un momento de contemplación refrescada por el aire marino.

Restaurant Las Torpederas.
Restaurant Las Torpederas.

Para el final, luego del recorrido marino, enfilar por el borde costero hacia el sur, pasando el Barrio Puerto, la zona portuaria, se llega a Caleta El Membrillo, que es una buena parada. Y desde allí la disyuntiva de subir a Playa Ancha -con sus escuelas universitarias y su ambiente de república independiente- o seguir por avenida Altamirano, uno de los paseos indispensables del borde costero. Optar por avanzar por allí significa serpentear por la costa hasta llegar al Faro Puntángeles; o antes quedarse en playa Las Torpederas, viejo balneario de la vieja clase alta porteña hoy rincón popular por excelencia en el puerto. En el costado sur de la playa descansa una terraza alargada que domina el mar, parte de restaurante Las Torpederas, que con su sencillo repertorio de pescados fritos, empanadas y pailas, entre otras opciones, ameniza los almuerzos y las tardes de un sector que vivió mejores días, esperando volver a aprovechar el potencial de clase internacional que aún posee. Tal como el resto de una ciudad de miles de rincones por conocer y disfrutar.

Direcciones

Hotel IBIS. Errázuriz 811. Tel. 32 280 2300. @ibisvalparaiso 
Capri. Cochrane 664. Tel. +56 9 3895 6186. @restorancaprivalpo
El Terrat. Paseo Dimalow 263, Cerro Alegre. @terratvalpo 
MaliZioso. Paseo Almirante Montt 532, Cerro Alegre. @malizioso.pizzeria  
Restaurant Las Torpederas. Avenida Altamirano 2600. Tel. +56 9 7188 2216. @restaurante_las_torpederas 
Paseo en Lancha “Doña Fresia del Carmen” Muelle Prat. Tel +56 9 53656339. @lancha_dona_fresia_del_carmen

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