Carlos Reyes M.
Destilar para luego hacer licores, o bien abordar la mixología agitando la coctelería tras una barra. Así se ha conformado el mercado actual de las bebidas de alta graduación durante esta década. Dentro de ese contexto algunos enólogos, sin dejar de lado su faena habitual de hacer vino, han corrido su cerco profesional. Han visto, como en el caso de Marcela Chandía y destilería Mujer de Fuego, la uva desde otro punto de vista.
Posee considerable experiencia en el trabajo del vino. Más de dos décadas en diversas viñas y en estos tiempos con su proyecto personal La Confundida, paralelo a su aventura con los espirituosos. Es cierto que sigue una tendencia azuzada por los vientos sofisticados del mercado, por la posibilidad de acceder a alambiques de mejor calidad y más baratos, pero además hacer sus aguardientes y sus derivados entronca con su crianza doñihuana. Aquel sello presente en todas sus etiquetas, saca lustre a un pueblo identificado por generaciones con destilados con prestancia campesina.
Mujer de Fuego aporta una mirada renovadora a lo hecho por vecinos y parientes de Doñihue. A su pequeña y personal escala, reivindica el nombre de un territorio que a diario y durante demasiados años, ha visto mancillado su buen nombre etílico en las góndolas de supermercado y de botillerías, por una marca de aguardiente que nada tiene que ver con su origen. Eso se nota en lo cuidado de su empaque, en la voluntad diversificadora de sus tres productos: un aguardiente de 45 grados y dos licores donde el destilado soporta sabores tanto cítricos como frutales.
Por un lado está el aguardiente hecho con fruta de la vecina zona de Almahue y bajo un proceso de doble destilación -una novedad para el territorio-, en alambiques de cobre discontinuos, algo que pule las sensaciones potentes de todo espirituoso; dejando claro en nariz y boca su tributo a esos viejos alambiques artesanos, muchas veces bien lejos de la legalidad. Lo que aparece a la nariz con tonos entre cítricos, florales, melosos y de la uva misma con una nota de orujo. La boca parte frutal de uva con el perfil del orujo y un resto meloso. Un producto equilibrado con harta identidad.
Magia Blanca es la variante licorosa de Mujer de Fuego, con turbidez intencional en la versión limón, cuyos 25 grados cuentan con una singular técnica para conseguir esencias cítricas. La exudación consiste en exponer las pieles de los frutos sobre el destilado a través de una malla. O sea, no se trata de un contacto directo con el líquido sino con los vapores etílicos, que aportan la parte fina de la prestancia en la bebida. Luego se le suma un sirope del mismo limón cuyo dulzor llega a unos 120 gramos de azúcar por litro, quizá para reforzar la sensación de volumen en boca y concitar el interés de un público más amplio. Con menos azúcar luciría un perfil más distintivo en la suma de limón y aguardiente. Se deja beber como bajativo, solo, aunque puede ser un muy buen protagonista de sour o de los cocteles que dicte la imaginación.
Magia Blanca versión pera tiene una elaboración más típica. En el mismo aguardiente de doble destilación se maceraron las frutas a las que nuevamente se le añade sirope. El resultado es más bien débil desde los aromas de fruta -de pera cocida- y del destilado en general, aparte de una boca que replica a la nariz, dando una sensación de dulzor y calidez plana, sin matices. Acá se podría conseguir un mayor repunte el perfil frutal del producto base que lo saque de su sensación llana al paladar. ¿Otro método? ¿Otra fruta? Es cosa de experimentar. Entraría en un bar, más bien en una segunda línea de ingredientes porque requiere de más ensayos para conseguir un rol protagónico.
Con todo, hay fuego interno para seguir avanzando por el camino la destilación en este primer intento, como también de aportar en la ruta del valor agregado para los productos elaborados en aquel territorio.
Precio: $ 18.000 cada botella en www.mujerdefuego.cl