Turismo. Villa de Merlo y una deliciosa tranquilidad

El valle desde la Sierra Comechingones.
El valle desde la Sierra Comechingones.

Por Carlos Reyes M.

El aeropuerto Valle de Conlara parece recién estrenado a más de 20 años de abierto. Se percibe un aroma como de algo recién salido del envase, aunque es la actitud tipo ensayo-error de los operadores de aduana, de quienes entregan la folletería y hasta de los remiseros (transfer), quienes  más aportan a esa sensación. Una actitud afable que es la mejor bienvenida a Villa de Merlo, 18 kilómetros al este de una terminal que sí posee algo de nuevo: desde año recibe vuelos internacionales y venidos desde Chile. Lo de la novedad es algo recíproco, porque el buen aire montañoso que rodea a este poblado al norte de la provincia de San Luis, es un destino común para el argentino; no así para el grueso del turista nacional que suele tener como prioridad a Mendoza, Bariloche, Ushuaia o la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Es hora de conocer un territorio consolidado en atractivos y servicios, mucho más al alcance en tiempo, distancia, valores y disfrute, de lo que se cree desde este lado de la cordillera.

Cada ciudad trasandina se admira por su amplitud desde lo urbano hasta los suburbios. Calles y casas gozando de patios generosos, algo amplificado allí gracias a un peculiar fenómeno demográfico. En más o menos una década ha cuadruplicado su población, casi siempre bonaerenses sedientos de tranquilidad y seguridad; de una vida diferente a las faldas de la Sierra Comenchingones, respetable cordón montañoso que los separa de los viejos tiempos porteños. Se trata de una serie de cerros a los que llega cómodamente gracias a un camino turístico, que permite observar tanto cómo viven los viejos serranos y los atardeceres de un valle con más de un centenar de kilómetros de ancho. Una mirada de presente-futuro para ellos y de belleza tranquilizadora que se regala a quien recorra esa zona.

Piscina de hotel Estilo MB con el valle de fondo.
Piscina de hotel Estilo MB con el valle de fondo.

Aparecen y aparecen los hitos que corroboran el poder turístico reinante. Ocurre con Estilo MB (@hotelestilombmerlo), alojamiento instalado en la parte alta y cuyo edificio principal se construyó en 1935. Si no fuera porque es parte de la historia, el viajero desprevenido no tendría cómo saber que aquel sitio modernísimo, de amplias y cómodas habitaciones, piscina temperada y terrazas para mirar el llano desde la comodidad montañosa, fue pionero en la consolidación de Merlo como destino de descanso. Es que hay buen aire, certificado, dicen, como uno de los mejores del país desde hace décadas por un sabio de origen europeo que incentivó el concepto de microclima. Lo promovió como saben hacerlo los argentinos y ya está. Más allá de la anécdota, sí, se siente; durante el día y sobre todo durante las mañanas, testigos de un sueño reparador para quien pasa una noche por esos lares. Algo hay en el ambiente que lo corrobora.

Quizá esa fue una de las cualidades que hizo al humano habitar allí desde tiempos prehispánicos. El llano poblado de espinos, algarrobos, quebrachos, fue refugio de pueblos como los Comechingones. Allí prosperaron hasta que los españoles a punta de malocas -las recogidas esclavizadoras- y de enfermedades, exterminaron una raza de hombres barbados con costumbres replicadas en el parque Yucat (@yucat.merlo.sl). En una hectárea se puede conocer el devenir de aquel grupo, con sus casas, costumbres y ritos, bajo un despliegue pensado para resonar los ecos de un pasado sigue resonando en esas pampas arboladas.

Entre Negros.
Entre Negros.
En la hora de comer

Las propuestas gastronómicas lucen destacadas en su ancha y extensa avenida principal, que incluye un casino de respetables dimensiones. La vía se llama Del Sol, en honor a los más de 300 días al año donde es protagonista. Posee una suave pendiente que muestra sin prisa los hitos de un comercio variopinto: tiendas de ropa y de abastos donde las conservas y encurtidos predominan. Para quienes piensan en que por el tipo de cambio todo será coser y cantar, ojo: los productos de factura trasandina resultan convenientes, mientras que los importados o de marca más vale conseguirlos en otra parte del mundo.

Dicho eso, es la comida, la artesanía y la mezcla de ambas cosas, uno de sus más poderosos atractivos.

¿Qué se come? En esencia la cocina del semidesierto donde el chivito reina. Puede estar pacientemente cocinado a la llama de la leña tal como en el sur patagón; puede aparecer luego de horas en horno de barro, tal como dice el canon pampero del centro y norte del país. Y en ambos casos esa carne clara se expresa blanda, enjundiosa y de un sabor más delicado que la del cordero austral. Es el sello gastronómico por excelencia. Se deja ver, literalmente, a ojos del visitante en sitios como Entre Negros (@entrenegrosmerlo), emprendimiento familiar con más de una década, en un local de dos niveles más terraza, cómodo y decorado  con fotografías de paisajes improbables y arte variado. Hay elegancia en el ambiente y en sus carnes -también hay de cerdo y de vaca- aparte de un ollón en el que se cuecen las vizcachas. Detalle: este animalito silvestre -impensable de consumir en Chile- allá se saborea en el cotidiano; donde tras su paso por los fuegos se escabechan y aparecen con gusto cercano al del conejo pero de textura mucho más suave. Vale probar.

Mirador Cabeza de Indio.
Mirador Cabeza de Indio.

El recorrido cárnico prosigue en los alrededores del poblado, que por lo demás en invierno ofrece un entorno de verdor similar al de la zona central a este lado del macizo andino. Residencias individuales, siempre de ladrillo y casi siempre de techos rojizos, se reparten como evidencia del crecimiento como lugar de segunda residencia. Entremedio de tantas nuevas conurbaciones, lugares como No Tire Godoy y Mirador Cabeza de Indio resaltan de entre la sempiterna voluntad cárnica trasandina. Ambos son campestres y entreverados por el monte, con mesones al aire libre, con espacios para juegos de niños, un área para comprar conservas, aceites, vinos con la marca de la casa y muchos y abundantes cortes de carne. Cada uno posee sus distinciones, como el Chivo al disco en No Tire Godoy (@notiregodoy.merlo) gracias a una pata asada de animal como estelar, rodeado de papas, camote, zanahorias, cebollas, pimentones, todo al vino blanco, que alcanza perfectamente para dos. En Mirador Cabeza de Indio (@cabezadelindio) la cocina en asadores enterrados en el suelo recuerdan al curanto del sur chileno, pero con portalones en vez de tierra encima, que sellan aquel peculiar modo de cocción que demora hasta doce horas. Esa práctica permite cortes tiernos a todo evento. Además de opciones como una costilla de vaca, acaso la más blanda y jugosa de todo el recorrido. Suma además postres como un flan de cuidada elaboración, sin tanto agujerito de aire interfiriendo con textura de un postre icono, esta vez del Cono Sur.

Cervecería Chunkana.
Cervecería Chunkana.

El campo suma paradores improbables en un lugar de urbanismo incipiente. sucede con Chunkana (@cervezachunkana), una cervecería que poco a poco se convierte en un biergarden en propiedad. Consta de un cómodo gran salón donde se vende cerveza elaborada por ellos -unas más que convincentes Golden, Ipa, Red Ale y Porter- pero aún no en el mismo lugar, sino en una bodega que pronto trasladarán a la trastienda. Los viernes son con música y eventos en vivo, mientras que los sábados son para la conversa amena, amiguera y familiar, otro deporte popular entre nuestros vecinos, rodeados de pizzas, hamburguesas y picoteos sencillos.

Unos kilómetros hacia el sur, a la misma altura, El Rincón de Virginia (@elrincondevirginia) representa el alma más gourmet de Villa de Merlo. Es la casa de María Virginia García, quien posee considerable experiencia en fogones de alto vuelo como Mishiguene, comedor top de la cocina judía bonaerense y destacado a nivel latinoamericano. Lo suyo tal vez no sea consonante con los remilgos de las propuestas pensadas en figurar en los 50 Best Restaurants; más bien adaptarse, sin dejar el lado coqueto e instagrameable de sus montajes, al gusto que dan los productos locales. La sinceridad de encurtidos animales, vegetales de temporada; de las porciones de cordero cocinados por horas y horas hasta llegar montados sobre hummus suaves. Además de pastas con toques de cacao (quizá lo único externo al territorio) rellenas con provoleta de cordero ahumado y ajo negro, aparte de un manejo gratísimo de panes y de pastelería para una hora de once más que singular. Todo se despliega en lo que fuera una central hidroelécrica de los tiempos desarrollistas del primer gobierno de Perón. Un trozo de historia local reversionado bajo una mirada gustosa y personal.

El souvenir de rigor con mirada local posee varios exponentes: está la fábrica de alfajores Manjares de Merlo (@manjares_de_merlo) en la plaza del centro histórico que los prepara a la vista de todos. Posee diversidad de dulzor intenso en diversos tamaños y variedades: rellenos de dulce de leche (manjar), glaseados, con mezclas de nueces picadas, bloques de manjar y chocolate, se reparten entre botellas de aceites de oliva, acetos, licores, esencias, colecciones de infusiones, tés y yerbas mate. Allí se sabe llenar el gusto de quienes dulcean por la vida con sentido estético y aire gourmet. En esa misma plaza, además, los sábados se reúnen pequeños productores artesanos que venden desde cervezas caseras a la inefable sopa paraguaya, ese contradictorio bloque de choclo y queso blanco asado… sabroso pero que solo se pasa con algo líquido a su lado. En tanto vinos, es poca la producción local disponible, apenas unos tannat aparecieron rondando por restaurantes y tiendas; algo compensado con la inmensa producción de sus vecinos mendocinos, cuyas botellas y etiquetas se reparten por los tres expendios del poblado. Uno de ellos se llama Merlot (@merlotvinoteca) donde se comprueba tanto la variedad de marcas como los precios más que convenientes, en estos momentos, para conocer el mundo del vino desde la óptica de nuestros vecinos.

Tentaciones en medio de la calma, del buen aire.

 

Cómo llegar. Durante julio vía SKY Airlines y con el aporte del gobierno provincial de San Luis, existen cuatro vuelos a Villa de Merlo. Las fechas son el 13, 16, 21 y 24 del mes, a un valor de USD 157 ida y vuelta por persona y con un cóver especial: incluye maleta de 23 kilos sin costo adicional. Más informaciones en Cristalys Travel www.ctravelservice.com y Nkan Viajes www.inkanviajes.cl, agencias autorizadas para la venta de boletos. Por tierra el recorrido en auto demora unas ocho horas -si es el paso Los Libertadores está expedito- con la ventaja de que en tierras trasandinas el costo del combustible se encuentra al menos un 30% más barato que en Chile.

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