
Carlos Reyes M.
Publicado en El Llanquihue, 11 de abril de 2023.
De tanto en tanto, en el ambiente cervecero batallan quienes manejan la llave grande de la bebida alcohólica más popular en el país. Cervecerías Chile -del grupo InBev, el mayor productor del mundo- versus CCU -grupo Luksic- se enfrentan porque la primera acusa a la segunda de uso de posición dominante. Es decir, que por medio de diversos acuerdos comerciales, sobre todo con expendios como restaurantes, bares, hoteles y expendios afines, la primera se siente desplazada de los mejores escenarios. Así, de soslayo, les dificultan el negocio, dicen.
“Son ellos o nosotros”, es más o menos el tenor los testimonios recogidos en la denuncia hoy vigente ante la Fiscalía Nacional Económica. En realidad es el rompimiento de un pacto tácito suscrito entre ambas partes en 2008. 15 años más tarde las confianzas se quiebran, la batalla por el mercado se judicializa. Aunque más bien se trata de una lucha interna de un duopolio que poco y nada deja a los cerveceros independientes, esos que marcan la diferencia en tipicidad, sobre todo en regiones como la de Los Lagos, con una tradición cervecera pegada al linaje migrante centro europeo.
La práctica usual es la entrega de generosos aportes expresados en toldos, mobiliario, cartas, uniformes, partidas de producto para promociones. O sencillamente dinero directo a la cuenta. Fidelización a cambio de un candado implícito para los demás y competencia cero. Es un secreto a voces que a ellos, los más más pequeños, les suele pasar lo que Cervecerías Chile reclama con ahínco. La lucha intensa del más chico o de quien busca ingresar a la categoría, ya no es solo por surgir, crear marca, mantener un estándar de calidad y mejorar sus procesos. Es simplemente existir en medio del pregonado libre mercado a la chilena.
Desde poco más de dos décadas, desde el mismo resurgimiento microcervecero en Chile, que el segmento trata abrirse paso entre las rencillas de los gigantes egoístas. Demasiadas piedras en el camino para productores que, aún de este modo y sobre todo en la región, se las arreglan para ofrecer sobre todo diversidad en clave local. Una contribución necesaria para hacer crecer -y creer- un ambiente gastronómico más próspero.