
Carlos Reyes M.
Faltan algunos días para que Gabriel Boric llegue al gobierno y además comience a ser mi vecino. Poco menos de dos cuadras de distancia nos separarán y por supuesto, desde hace un rato, el nuevo morador y sus cercanos marcan la pauta barrial. Las rejas móviles en mi calle, las casetas improvisadas, son la novedad en el paisaje; lo mismo que el verdor carabinero de punto fijo y también rodante, cuya presencia a la vez figura distractora para que otros personajes, mucho más discretos, circulen en otra frecuencia de inédita seguridad. Andan sigilosos gracias a que de a poco las calles se han poblado de nuevas caras; visitantes curiosos buscando qué le llevó al presidente mudarse a Yungay, la urbanización más antigua de la ciudad. Desde todas partes de Santiago convergen -y lo seguirán haciendo- para otear lo que les mostraron en el diario o en el matinal de turno. Es claro que su venida simboliza lo que se desea transformar y destacar, partiendo por vivir en una zona céntrica, transversal y profundamente organizada en lo social.

Entonces, es grato mostrarle, a él y a quienes vienen a descubrir una comunidad tan singular, algunos de sus atractivos a la hora de comida. El espíritu es transversal, cruzando cosas típicas como los dos pisos de Peluquería Francesa (@lavaudboulevard), en Libertad esquina Compañía, ornamentando el barrio con estilo desde 1868, hasta los carros de sándwiches de potito instalados a la salida de metro Quinta Normal. Dentro de aquel enorme ancho de banda surgen varias perlitas. Por ejemplo, bien cerca de la nueva residencia presidencial, la energía joven de Selvaggio (@panaderia_selvaggio) se hace llamativa. Supo reemplazar a una panadería más bien mediocre por una realmente profesional y moderna, con panes de masa madre tipo baguette o de campo, que se perfeccionan cada día. En almuerzo se hacen querer sus pizzas en dos formatos, con masa ligera, de bordes bien crocantes, que saben soportar harto queso y abundante salsa.
Por calle Maipú surgen lugares para compartir, con un sello de barrio cordial y buenos espacios para sentarse en grupo. Ideales para celebrar algún avance del programa junto con el comité político. La Gárgola (@espaciogargola) puede se aquel lugar, que aparte de sillas a la calle posee grato ambiente interior, de aire patrimonial. La cocina no tiene mayores aspavientos gourmet, dentro de una carta abundante en sándwiches y picoteos. Un destacado: Matucana, un corte de vacuno cocinado lentamente al vino, acompañado de puré de camote; un plato sustancioso en clave naranjo-violeta. Otrosí: las tortas de la casa, de una tradición más que centenaria en el barrio, sobresalen.

Para el día a día, los almuerzos de Amadeus Lab (@amadeuslab_) tienen lo suyo. De partida un cocinero connotado y movido, Braulio Arellano, que entre otras cosas hace allí sus helados, tiene un vino de la casa venido desde el Itata profundo y un segundo nivel donde arma clases de cocina, presenciales y online. Luego, sus menús por poco más de cinco mil pesos le aportan economía a un sector donde aparecen otras opciones similares en precios como El Verde (@el_verde) y Chancho Seis (@elchanchoseisrestoran), que de noche se convierte en bar. Ambos vegetarianos.
Ya dio su vuelta por Fuente Mardoqueo (@mardoqueofuente), quizá para tomarle el pulso a las porciones de mayonesa (dobles, como le gustan) que suelen aparecer por sus mesones bien untuosas. De todos modos vale recalcar que la calidad de sus lomitos, sobre todo allí, en su casa matriz de calle Libertad casi llegando a Plaza Yungay. Son excepcionales: receta de la casa, lonjas de carne de chancho más bien generosas, jugosas, más acompañamientos de lujo como el chucrut de sabor perpetuo. Claro que existen churrascos y fricandelas, pero el perfil porcino es el que manda, acompañado de una buena colección de cervezas. Ideal para alguna manifestación más grande, con ministros y subsecretarios como para algún tipo de junta ampliada.

Las cafeterías nacieron en oriente para sumarle combustible al pensamiento y a la locuacidad, cosa bien común en un barrio activo socialmente. Por eso han surgido varios rincones con productos de calidad y ambientes pensados para diversos momentos. Cité Café (@cite.scl) sirve para mostrarse un poquito, porque está a la entrada de una casona recuperada tras un incendio ocurrido hace un lustro (donde funcionó por años el legendario bar N’Aitún), retornando ahora como centro de arte, con espacios donde el metal y el concreto son la prioridad visual. Dentro, muy buen café (Forastero) y para comer, una breve lista de tostadas de masa madre generosas en colores y sabores ligeros, como la de hummus, queso vegano, pesto, pimentones asados y hojas verdes. Dentro del Museo del Sonido, Mingus (@mingus.coffee) es un sitio más para conversaciones discretas o sencillamente para aislarse fuera de casa. Hay silencio, café en porciones más bien grandes y una dulcería sencilla que hace juego con el arte cinético de su gran mural del patio. Yendo hacia el oriente por calle Compañía, llegando a Sotomayor, Brunet (@cafe.brunet) es un sobreviviente pandémico y de tantos otros avatares; alegra verlo abierto una vez más, porque su interiorismo agrada, tanto como sus cafés y menús de almuerzo. Y a modo de extra: Peluquería Francesa abrió un café, frente a su ubicación original y pegado el centro cultural La Nave, con áreas de trabajo y promesa de abrir bien temprano. Quizá sirva para ordenar las minutas presidenciales en horario matinal.

Algunos extra un poco más lejos del perímetro presidencial. Los pescados y mariscos de Squella (@squella_restaurante), donde tras infructuosos intentos por modernizar sus cocinas, optaron por retornar a la sencillez de esos platos que suelen estar montados sobre camas de lechugas picada. O sea, ofrecer con garbo natural mariscos frescos de primera como ostras, ostiones y almejas de primera, sumado a otras opciones más de lujo como langostas y centollas, que por décadas han estado en la mira de clientes de todo Santiago. Hay buenas ofertas. Luego y ya en Barrio Brasil, mención especial para Intrísical (@cerveceriaintrinsical), una de las que ofrece el mejor performance en calidad del medio santiaguino. Es un beerpub con todas sus letras, donde es posible mirar la elaboración cervecera -ofrecen catas comunitarias durante la semana- contando con una cocina que juega palmo a palmo con lo bueno de sus pintas y botellas. Hay completos de factura especial una vez a la semana y son reconocidos por picadillos como unos patacones golosos y rebosantes de contenido vegetal: guacamole de porotos negros, champiñón ostra en tempura y champiñones salteados con papas hilo. Por sobre la media.

Yungay está cerca de lo que de facto es el barrio chino capitalino. Viejas casonas y cités dan paso a departamentos, bodegas, departamentos con bodegas y también hoteles y centros comerciales, como el ubicado en Romero esquina Libertad, muy cerca de la Alameda. En su segundo piso, Sabores Sichuan (Romero 2850, piso 2. Tel. +569 6268 1111) tributa a esa región de sabores picantes en serio, matizadas con otras tantas preparaciones suaves, ligeras. De entrada, langostas, jaibas, rarísimos abalones vivos, permanecen en vitrinas listos para elegirse; cosas que luego irán a parar a comedores privados, donde el español farragoso se impone para ofrecer sabores como lenguas y guatitas de vacuno en salsa picante (muuuyyy picante), que piden a gritos una cerveza helada, o bien una sopa de tomate de gran tamaño, que sirve para templar los ánimos. Dos ejemplos entre muchos otros, de una cocina sabrosa, económica y fuera de lo conocido por la gran mayoría como cocina china. Un muy buen sitio para entrenarse, de verdad, con los sabores de nuestro primer socio comercial en el mundo. Ya se sabe, la diplomacia comienza con una buena mesa.