Por Carlos Reyes M.
Resopla cierta estirpe, medio heroica, entre los comedores conconinos. Heroica porque hubo una vez, según la leyenda, una partida de familias pescadoras que se atrincheraron en la parte alta de Caleta Higuerillas, inventando cocinerías 3B en los patios de sus casas. Una respuesta a los excesos monetarios cercanos a la costa, estrategia que a poco andar les dotó de fama por todo el borde costero regional. Sitios como Altomar by La Gatita (derivado del restaurante original) siguen significando un ideal de picada. Pese a todo. Más allá de que hace rato dejaron de ser un secreto a voces, un lugar pequeño de cocina sencilla y lustrosa en término de sabores.
Su objetivo es atajar los precios del modo que sea. Lo de ellos es el volumen, que nadie se quede debajo de la mesa. Se trata de cientos de personas comiendo a la vez, en un lugar bien ampliado de comedores por aquí, balcones por allá. Mientras, afuera, decenas de otras personas esperan con paciencia su turno (bien vale reservar o llegar antes de las 13.00).
¿Por qué? Por aspirar a la suerte de comer atisbando el mar, con un servicio amable en la medida de sus posibilidades en tanto se va ocupando el local. En todo caso y con el perdón de los dueños, el no meter mesas y mesas a presión -un clásico costero- ofreciendo a regañadientes espacios más holgados, se agradece. Se disfruta más, por ejemplo, un Pisco sour a un valor de la década antepasada: $ 1.800, pequeño, dulzón, cumplidor para gustos masivos y poco más. Su Tabla La Gatita ($ 11.900) mueve a la sorpresa por sus cuatro porciones de locos, blandos y de muy buen tamaño, una porción de cebiche de reineta demasiado macerada y peor dispuesta en el plato, una buena porción de langostinos desplazando a los sobrevalorados camarones ecuatorianos, y media docena de machas al queso (sin el gratín dorado), que sacándoles su capa lechosa resultaron dóciles a la mascada, sabrosas finalmente. Un plato que merecía algo más que un lulo de mayonesa industrial encima.
Son generosos en las porciones y definitivamente toscos desde la cocina. Congrio Margarita ($ 11.900) sin el frescor óptimo en la carne, mal disimuló esa sensación ante una cobertura de crema con mariscos, pegajosa, donde cualquier sabor marino se ahoga. Con mucho menos de aquel ingrediente, de seguro otro destino tendrían platos como el Chupe, un real pozo cremoso -se echó de menos hasta el pan rallado- donde por el contrario nadaba un respetable picadillo de locos y camarones. Encima, un puñado de queso rallado de sobre, corroboraba una cocina de brocha gorda. Una oportunidad perdida para sacarse de encima una serie de formas replicadas como la fotocopia de la fotocopia, de recetarios con aire europeo nacidos a finales de 1800. Algo enquistado en aquel lugar, en Concón y a lo largo de todo el litoral, como una maleza que necesita ser raleada.
Y, por favor, es ¡SAUVIGNON BLANC!, no souvignon ($ 2.500 el botellín). Válido también para el cabernet…
Pasaje Morales 230, Concón
Tel. 32 327 1782
@lagatitarestaurant