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Nkiru y el viaje a una ostra

Golosura y erotismo instalados en un breve bocado marisquero. A veces la rotunda elegancia de un plato evoca más que cualquier trago, en la mismísima barra de un bar.

En algún otro posteo se hablará de Olam, el nuevo restaurante de calle Carmencita y el hermano más comedido -en término de expresión carretera- respecto de Nkiru, parte de la renovadísima sucursal de El Golf de hotel Director. Mejor concentrarse en el que fuera su viejo estacionamiento, el que no quisieron remover del todo, para que esos espacios-nicho que se formaron donde antes había autos, ahora le aportan recovecos, intimidad entre penumbras. Cada rincón converge hacia una barra larga, donde conforme la noche pasa y en fin de semana se acomoda gente estilosa, vestida para la ocasión y que le llena el gusto al Instagram del dueño de casa (Raúl Yáñez). Son toques de distinción (el dress-code) que en Chile siguen siendo algo poco usual; ya con los nuevos chilenos hijos de la migrancia, bastante más producidos la verdad, se verá pronto algún cambio en ese sentido.

La coctelería cumple. Hay tragos complejos con gratos equilibrios entre muchos ingredientes a la vez. Aunque no con el refinamiento del otro bar de Yañez y cía: Room 09. Se nota en el precio además, porque en Nkiru también tiende su red para captar a los oficinistas semaneros en plan happy hour; de los que quieren beberse la tarde-noche en un sitio con más personalidad que otros tantos repartidos por el barrio. El desplante ambiental lo aporta su alegoría al hiphop gringo, neoyorquino de preferencia, con fotos de pieles negras y glamour gangsta. Explicación posible: otra de sus ambiciones es posicionarse como bar internacional, neutro y exportable.

Asomar la cabeza como bar cosmopolita requiere buena comida como la de sus 20 opciones, todo en plan tapeo, jugando a la par con los tragos y el ambiente: hay brochetas, pinchos de tortilla, completos de centolla con kimchi, entre otras tantas opciones con precios que no superan los $ 7.500 por porción. Allí las ostras iluminan el gusto, en especial media docena servida con manzana verde y ají escabechado ($ 5.000). Hay en la carta una porción al natural, que llenan la boca igualmente por su gran calibre, de gordura y golosura erotizante, excesiva como la cadencia hip hop que resuena por todo lo ancho del bar. Acá la exuberancia yodada, llegada desde Calbuco tiene el complemento sutil de la fruta fresca y apenas dulce, junto al escabeche de picor fresco, que resalta sin batirse a duelo con la intensidad marina que lleva el ritmo del sabor.

El deleite un solo plato incitante. Una sorpresa dentro de un no-lugar pensado con estilo.

Carmencita 45, Las Condes
www.nkiru.cl

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